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todo lo que es malo Filosofía de la mente, Yoga primordial

por Wu Ming 5, Octubre de 2007
Traducido por Nadie Enparticular


I

Esto es un resumen acerca de como estudiar teorías científicas aporta felicidad y apertura en mi vida, y sobre como alimentan el sentido de aventura intelectual que considero central en mi experiencia como autor y ser humano. Es también un resumen acerca de como se puede recurrir a tradiciones de pensamiento lejanas en forma desprejuiciada (pero fundamentalmente respetuosa) con la intención de dar razón de mi propia historia personal y excederla. Todas las conexiones son arbitrarias, precisamente por esto todas las conexiones son verosímiles.

Tal vez exista cierto interés en recorrer esta trayectoria - que es un simple ejemplo de como trabaja mi mente - cuando se sienta curiosidad por saber como se asimila el alimento de la ciencia en la mente de un autor de ficción, y sobre como se conjuga y coteja con formas de conocimiento tradicionales que ciencia no son.

El consumo de sustancias enteógenas exige valor, competencia, disciplina. Es el vehículo chamánico por excelencia, lo que permite viajar al mundo de los muertos y alcanzar los confines del cielo, ver al horizonte desde lo alto y entender lo que es el aura palpitante del planeta. Nuestras pulsiones inconscientes empujan hacia ese tipo de experiencia. Al anochecer, las experiencias de vuelo onírico nos demuestran que en nuestro vientre hay una virtualidad neumática, ascensiva, y que nuestros pasos pueden hacernos cada vez más ligeros. Diáfanos y traslúcidos, aunque siempre corpóreos, somos capaces de desplazarnos sin esfuerzo en el más puro de los medios. El aire que atravesamos en el vuelo onírico es éter, y la sensación de desplazarnos en ese medio es aquello que en nuestra experiencia más se acerca a la idea de vacío.

La experiencia del sueño es posible porque la mente cree que viste un cuerpo y lo mueve.

La investigación sobre la relación cuerpo-mente es uno de los temas centrales de la ciencia contemporánea, y creo que el análisis de los estados mentales relacionados con el sueño conseguirían un notable impulso si se considerara el acceso a la experiencia del sueño como adopción de un cuerpo etéreo. Creo por otra parte que el interés en el estudio de los estados no convencionales de conciencia reside en su originariedad, en la ancestralidad de la narración que organizan. Estudiar los efectos de la ayahuasca significa estudiar un aspecto de la mente colectiva en particular que actúa y crea visiones del mundo desde el alba de los tiempos.

La ciencia es una narración muy poderosa, uno de los medios que la especie propone para plasmar en el arco de la vigilia ese mismo empuje ascensivo que toma cuerpo y alas maleolares durante la somnolencia y el sueño. Exige valor, competencia, disciplina. Se me ocurre que todas las actividades humanas que tienen sentido para la supervivencia y la felicidad de la especie exigen valor, competencia, disciplina.

El interés por las teorías físicas y cosmológicas y por aquellas sobre la naturaleza de la mente es un rasgo formativo en mi historia personal. Hace poco, además, mi curiosidad intelectual ha sido magnetizada por doctrinas (no-científicas, por cierto) que rozan una teoría unitaria enormemente vinculante, una suerte de no dualismo que considera el fenómeno-mente y la energía fundamental (material, diríamos nosotros) del cosmos una única e idéntica vibración.


II


La retrospección es una importante técnica meditativa, aunque no está entre las más conocidas. Mediante este proceso se dice que es posible recordar vidas precedentes, remontarse primero a una existencia en dicha forma, luego a otra, luego a diez, cien, mil otras, hasta alcanzar el momento de estancamiento que sigue a la disolución de un universo y precede a la formación del sucesivo, para después ir más lejos aún.

Se considera que esto es posible porque la mente es un continuum, donde cada estado mental tiene origen en el antecedente. No puede existir un estado mental surgido de la nada, porque todo tiene su origen en causas y condiciones. Ruego a los lectores que comprendan que esta visión no tiene nada que ver con la clásica discusión "si la organización de la materia puede producir pensamiento". El pensamiento perfectamente puede ser materia, o la materia pensamiento. Lo importante es que la mente exista, por lo menos como virtualidad, como seno potencial de fenómenos, desde tiempos sin comienzos. No es de la mente en el sentido psicológico que hablamos, con eso. Pidiendo prestado un término a la filosofía del siglo pasado, "mente" en este contexto podría asimilarse a "estar", mera presencia originaria.

Retrospección, decíamos. Me es suficiente, para los modestos fines que este texto persigue, ir con la memoria hasta el punto en que decidí que la mente era el asunto científico y existencial principal. Recuerdo que esto pasó en un modo bastante atípico: yo he llegado a interesarme en la mente, por la mente individual, por mi mente, a través de la lectura de los Grundrisse marxianos, los apuntes preparatorios para la obra-monstruum El capital, que contienen partes fecundas, actuales, incluso previdentes. Entre los conceptos que me topaba, el de General Intellect.

Soy un viejo lector de ciencia ficción, y párrafo tras párrafo, el concepto marxiano acabó por suscitar (indebidamente) visiones de Mentes Colectivas, una Mente para la especie humana, una Mente planetaria y así sucesivamente. Es evidente que la perspectiva de los Grundrisse no tienen nada que ver con el mentalismo. Era mi historia personal, ese Yo que había sido antes y que era en aquel entonces quien ingeniaba imágenes de mentes colectivas, poderosísimas, con capacidad de omnisciencia, pero de algún modo semejantes a la que me hallaba en condiciones de observar cotidianamente, que me hallaba en condiciones de ser.

En una remota ocasión tuve la clara sensación de ser una colonia de conciencias cada una dependiente de un órgano del sentido, y tal vez de otros sentidos además de aquellos que dependen de los órganos.

También "Yo", entonces, era una mente colectiva. La investigación sobre como de esta colonia surgiera la sensación del Yo, la concreción mnemónica que enlaza experiencias, se hizo por tanto prioritaria.

Fue luego paradójicamente el interés por lo colectivo, lo comunitario, lo general a empujarme hacia la introspección.

Hay otro factor más, que sería útil compartir con quienes lean estas líneas. La mente es el arma principal de un artista marcial (que una parte de "Yo" era y es todavía), tal como sostienen los maestros de muchas tradiciones. Y meditar - en ese tiempo concebía la meditación solamente como relajación y concentración - era fundamental, era el correspondiente mental del ejercicio físico. Era una forma de entrenamiento.

Así pasé de Marx a la filosofía de la mente, y de las Artes marciales a la meditación.


III

El gran pandita tibetano Longchen Rabjam (1308-1363) expresa:

La verdadera naturaleza del mundo es la verdadera naturaleza de la mente.

Nunca ha nacido y está más allá del dolor.

La liberación se consigue observando la naturaleza de la mente, la verdadera naturaleza de los fenómenos.

Luego, no hay más paz que alcanzar.

Mi tío me enseñó a nadar echándome de un embarcadero. La sensación que experimenté leyendo los versos precedentes de alguna manera es similar. Entender la naturaleza del mundo, por tanto, significaría entender la naturaleza de la mente. Entender la naturaleza de la mente significaría, con eso, entender el modo en que los fenómenos parecen surgir y esfumarse. La palabra idealismo está totalmente fuera de lugar y también la palabra materialismo. Lo que sucede sería un único fenómeno integral, omnipenetrante, infinito. Como si la neurociencia y la cosmología estuvieran íntimamente conectadas, como si fueran lo mismo. La vibración fundamental del cosmos resonaría cuando el continuum mental se detiene. La metáfora originaria sería: Mente como Espacio. Cada metáfora contiene un mito potencial. Cada mito contiene una verdad psicológica verificable.

En el mundo occidental la tarea de llevar a la especie hacia el umbral de lo inefable no pertenece a la metafísica y a esa particular forma de saber metafísico que es la religión. Lo que empuja hacia lo indecible, en este momento histórico, es precisamente el saber científico. La acumulación de teorías y paradigmas insinúa siempre algo ubicado "más allá" de cuanto pueda ser explicado, demostrado por vía experimental o lógico-matemática. Lo interesante del fenómeno-ciencia es, en otros términos, que el blanco nunca se atina, bajo ninguna circunstancia. Y, junto al movimiento tantálico que proyecta a la mente más allá de los límites de la mente, que indaga en sentido cosmológico, que abraza la Totalidad, existe el movimiento de la mente que se mira a sí misma. No hablamos aquí, aún no, de formas introspectivas o meditativas, hablamos de un saber científico que indaga estados del cerebro y los pone en correspondencia con estados mentales, y de la filosofía de la mente que busca una teoría integral del fenómeno-mente de los datos experimentales.

La tesis tradicionalista que propugna la "inutilidad" del saber científico, la fundamental debilidad de cualquier ciencia no-principal nunca me ha convencido. Cada época histórica produce sus propios vehículos de liberación, y el conocimiento es liberación. La tesis que recita "mejor no saber" es la tesis conservadora por excelencia; la base emocional del fascismo. Ahora, las teorías físicas sobre el origen y la naturaleza del universo, así como aquellas de la neurociencia sobre la relación mente-cerebro, tienen la potencialidad de aproximar a una esfera de pura trascendencia o de total inmanencia, de indicar la tierra pura de la no-dualidad, de la no-dicotomía, de la resolución del abismo entre uno mismo y lo otro: lo que me interesa es entonces la posibilidad de la visión intelectual desencadenada por el estudio y por la contemplación de una teoría científica. En otras palabras, la capacidad que tiene una teoría científica de insinuar a la condición general más común, al estado fundamental de la mera presencia, al ser aquí y ahora.


IV

¿Pero "quién" está aquí, ahora?

I Am A Strange LoopEn la última obra de Douglas R. Hofstadter, I Am A Strange Loop (2007), el Yo está definido como una "ilusión". Una ilusión tenaz, recalcitrante. Una ilusión que construye un mundo, un ambiente intelectual, que forma historias personales y colectivas. Algo que parece existir concretamente, la cosa "más real del mundo", una ilusión que se niega a desaparecer, no importa la cantidad de Hard Science experimental le venga echada encima. ¿La ilusión fundamental alrededor de la cual se disponen todas las otras?

Para Hofstadter esta ilusión tiene una forma. Es un rizo, un bucle, el más céntrico de los símbolos en cuyos niveles, de hecho, simbólicos y físicos de interacción se estratifican, se alinean, se asocian en manera de invertir el proceso de causación: lo que es fruto de procedimientos físico-químicos cree poder escoger. Lo que está determinado cree que determina.

Un Extraño Bucle dentro del cerebro, entonces. Pero no debemos pensar en un lazo cerrado tangible de uno u otro modo, un circuito neuronal con algún tipo de complejidad localizado en un área particular del cerebro o en grado de ceñir varias. No se podría identificar el Extraño Bucle y aislarlo mediante una operación quirúrgica, en manera de ponerlo a la vista de todos sobre una mesa, nos advierte Hofsdadter. El Yo es símbolo. El Yo es abstracción. El Yo es ilusorio, pero existe. Existe porque funciona como un Yo.

Con todo en realidad la ilusión del Yo no es evidencia originaria. Digámoslo groseramente: es bastante dudoso que un infante nutra la ilusión de la cual habla Hofstatder. Parece ser cierto lo contrario, el Extraño Bucle Simbólico aún no está cerrado en la mente de un recién nacido. La evidencia originaria es por tanto otra: existen estados mentales, existe un flujo de conciencia, para utilizar una definición estimada por los escritores. El Yo se introduce a partir de ella. El Yo es una adquisición, la posibilidad de una "historia personal" es evolutiva. El Yo es quizás un pensamiento entre otros.

La investigación sobre la evidencia originaria por otra parte presenta innumerables problemas de orden conceptual y filosófico. Los estados mentales no son observables; lo que puede observarse es la actividad del cerebro que se supone relacionada (¿Efecto? ¿Causa? ¿Formación concomitante? ¿Fundamental identidad?) con los estados mentales. Encantamiento estético del reduccionismo: la no-observabilidad de los estados mentales indicaría la irrelevancia científica del fenómeno mente: lo que es subjetivo no puede ser objeto de investigación científica.

Es como el conocido chiste de la pareja conductista en que el marido pregunta a la esposa después de hacer el amor: - Querida, ¿cómo me lo he pasado?

La posición lógico-epistemológica del marido es indiscutible, pero en los hechos el discurso sobre la mente es posible sólo dejando de lado los supuestos epistemológicos "excesivamente" vinculantes. En los hechos es posible un discurso coherente sobre los estados mentales admitiendo la existencia de una interioridad. La neurociencia es un saber paradójico que insinúa algo que no puede explicar, que tiene como natural correlación, como calco espectral, a la introspección, el autoanálisis, prácticas no-científicas por excelencia.

Cuando se hace referencia a sistemas de pensamiento no-occidentales, generalmente se lo hace en forma muy aproximada. Tal como si dentro de una cultura no-occidental se dijera: la tradición occidental afirma esto y aquello, y se citaran juntos a Marx y Meister Eckhart, Aristóteles y Lacan y de esta ensalada de citas se extrapolara algo supuestamente coherente y unívoco, "el pensamiento occidental" propiamente dicho. Existen sin embargo dentro de una misma tradición posiciones filosóficas diferentes, aparentemente muy distantes. Algunas pueden aportar un apoyo, delinear un punto de vista, abrir una vía de fuga. La confrontación con la alteridad es fecunda a condición de que no se intenten hibridaciones imposibles; a condición de que se comprenda que el significado budista de "ciencia de la mente", por ejemplo, no tiene casi nada que ver con nuestra "psicología" o con la investigación de la neurociencia sobre las actividades del cerebro y sobre la relación de la misma con los estados mentales. Es como si se nos proporcionara un abanico de instrumentos aparentemente semejantes a los nuestros: utensilios que parecen clavos, que parecen martillos, que parecen cepillos de carpintero y limas, pero cuyo campo de acción está desfasado con respecto a nuestros homólogos; martillos que sirven "también" para alisar la madera, cepillos de carpintero que sirven "también" para abrir puertas, clavos que chaflanan aristas y limas que insertan y extraen clavos. Tenemos que aprender a utilizar instrumentos nuevos; tenemos que crear conexiones y líneas neuronales que nos permitan usar todas sus potencialidades.

El concepto de Mente en el vehículo supremo (Atiyoga o Yoga primordial) de la escuela Nyingma del budismo tibetano es uno de esos utensilios desfasados.

No se puede ajustar a nuestro concepto de mente, cubre su campo semántico y lo excede, es el objeto principal de la investigación intelectual y en este sentido es como una llave que sirve para chaflanar las aristas. Está más allá de las categorías de existencia y no existencia; es no-existente como sustancia, diríamos nosotros, sin embargo es la matriz originaria de la cual surge la dualidad, el yo-y-otro, los fenómenos, el crecimiento y el decaimiento. Todo esto no se postula por vía intelectual: es una verdad "auto-experimental", que surge dentro del flujo de conciencia como resultado de investigación y de ejercicio meditativo incesante, llevado a cabo con pleno rigor. Quien medita sabe que es así porque ha probado que, cuando se detiene el continuum mental, la mente "no" existe. Esta mente que "no" existe tiene la naturaleza despojada y omnipenetrante del espacio, y es radiante, en el sentido que tiene la potencialidad de reflejar cualquiera cosa. La no-mente es el estado de mera atención. El estado de mera atención es el estado energético originario, incluso en sentido metafísico y cosmológico. En este sentido conocer la naturaleza de la mente equivale a conocer la naturaleza de los fenómenos, la matriz de donde surge el juego incesante de la dualidad. La matriz está vacía, es ilusoria. Lo que está más allá de los conceptos es calculado conceptualmente.

Quien sea sensible a la belleza estética no puede más que deleitarse con una teoría (teoría y visión son equivalentes etimológicos) que ve a la vibración energética fundamental de la mente y la del cosmos como un único fenómeno.


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