Carta enviada a Il Foglio el 25 de octubre de 2001


Señor director,

como escritores considerados “de ultraizquierda” que no obstante rechazan la acusación de antiamericanismo (expresión que debería ser patrimonio exclusivo de un gran antiamericano, Joe McCarthy) y que, sintiéndose ciudadanos del mundo, detestan etiquetas como la de “no-global” (las dejamos a quienes añoran “pequeñas patrias”), nos sumaríamos voluntariamente a la manifestación del día 10. Entre otras cosas, nos gusta el lema (“Paz en la justicia”) que recuerda al “No justice, no peace” de Los Angeles (1992).
Nos sumaríamos, si la América de la que la convocatoria se proclama amiga y a la que ofrece apoyo fuese de verdad la de una Constitución que, única en el mundo, prevé el “derecho a la felicidad” (y que el propio Ho Chi Minh citó en el momento de la declaración de independencia de Vietnam), la América cantada por Walt Withman, mito de libertad que ha inspirado a las multitudes (a condición, eso sí, de ignorar el pecado original, es decir, el genocidio de los nativos).
De ser así, se marcharía también por la América del IWW y de Joe Hill, del movimiento obrero más radical y creativo de occidente (barrido por lo agentes del patriota Pinkerton, por el FBI del patriota Hoover y por la mafia que se infiltró y corrompió los sindicatos hasta hacerlos... patrióticos)... Se reivindicaría también la América de los reportajes de John Reed, de la “generación perdida”, de Henry Miller, de Hemingway y de la Brigada Lincoln que combatió junto con la República española contra Franco, la América de Atticus Fynch (protagonista de Matar a un ruiseñor), la América de los perseguidos por su “antiamericanismo”, Frances Farmer, Dashiell Hammett, Dalton Trumbo... Se tomaría partido también por la América de Woody Guthrie, Pete Seeger, Phil Ochs, The Times They Are A'Changin' y I Ain't Marchin' Anymore... Por la América del be-bop, de la generación beat, de Allen Ginsberg, del free jazz, de la Freedom Suite de Sonny Rollins y Max Roach, del movimiento por los derechos civiles y de los Freedom Riders, del movimiento Free Speech de Berkeley, de Malcolm X, de los Panteras Negras (que el mismo patriota Hoover hizo que el Cointelpro exterminara), de la oposición a la guerra (“Hell no, we won’t go!”), de What’s Going On de Marvin Gaye, de los Last Poets, de los MC5 y de los Panteras Blancas de Detroit, de George Jackson, asesinado mientras trataba de escapar de Soledad, del Movimiento de los Indios Americanos, de Leonard Peltier y de Mumia Abu Jamal, condenados a muerte... Por la América de la solidaridad, la América de Justice for Janitors, la América que hace dos años se manifestó en Seattle, la América de la contra-investigación sobre el caso McMartin, la América de los Fugazi y de los Dead Kennedys... Nos sumaríamos, en resumen, si la star splangled banner que se quiere sacar a la calle se pareciese un poco menos a la de Rocky IV y un poco más a la de las portadas de Volunteers de Jefferson Airplane y There's A Riot Goin' On de Sly & the Family Stone.
Como ve, no hay duda: todos estamos impregnados de cultura americana. Lo que hace falta distinguir es de qué cultura y de qué América se trata. Nos da la impresión, más allá de las intenciones, de que la América a la que se adhiere vuestra iniciativa es más la América empalagosa y policial de Walt Disney (informador del FBI y perseguidor de sus propios empleados afiliados a sindicatos) o de Sylvester Stallone, que después de haber sembrado odio (hay que volver a ver Rambo 3), hoy reza por “los héroes” entre cirios y ojos húmedos. Más que a Atticus Fynch, esta América nos recuerda a la denunciada por Fritz Lang en Furia, siempre pronta a reagruparse contra el chivo expiatorio que se le ofrece, ya sea interior o exterior. Sin tener en cuenta que antes de contar hasta diez, para no morder el polvo, saldrán en carroza fascistas de diverso pelaje y origen, sobre cuyo conocimiento del país en cuestión estará de más discutir. En nuestra opinión, éste no va más allá de películas como Amanecer Rojo e Invasión USA. Evidentemente, tampoco se nos verá en la “contramanifestación” “no-global”, iniciativa que no nos convence. Nos quedaremos en casa, viendo una vez más Caballero sin espada. Cordialmente,

Wu Ming, laboratorio de diseño literario de Bolonia.

traducción de Hugo Romero