notodo.com, 22 de noviembre 2000

 

 

Sin rostro

Luther Blissett was here

 

 

No se dejan fotografiar, aunque conocemos sus nombres. Son autores de uno de los grandes éxitos editoriales del año pasado en Italia. No son los creadores de una nueva estética y no parece que vayan de alternativos, pero están fuertemente politizados. Han pasado por España para promocionar su primer proyecto literario, "Q", un novelón de más de 600 páginas con todos los ingredientes para convertirse en el best-seller de la temporada.

 

Lugar: Instituto Italiano de Cultura.

Hora: 11:00 a.m, hora española.

Fecha: 21 de noviembre.

 

L.B. tiene cuatro caras, ocho manos y una sola mente maestra. Hoy está en España y se llama Roberto Bui, Giovanni Cattabriga, Luca Di Meo y Federico Guglielmi, pero sigue sin tener rostro: nada de fotografías. Los cuatro autores de “Q” no parecen intelectuales y su juventud no desentona con las elegantes americanas que llevan, excepto Luca, que estila un chaleco de fotógrafo y una apariencia más informal y alguna cana. Son treintañeros y parecen unos tipos divertidos. No se dan mucha importancia.

 

Pregunta de rigor. ¿Quién o qué es Luther Blissett? ¿Es, como decís, un nuevo Robin Hood?

 

Es un seudónimo que puede ser utilizado por cualquiera que no crea en los vínculos de propiedad, en el copyright y un producto cultural de todos y para todos. Por definición es altruista, porque niega el ego. También es una identidad colectiva que renuncia a la dimensión inmediata del egoísmo para tomar parte de una comunidad abierta y libre de acción, que hay detrás de la fama y la reputación de Blissett.

 

¿Y no se convierte el anonimato en una forma de egolatría?

 

El anonimato significa no usar el nombre. Luther Blissett es la apoteosis del nombre, el contrario del anonimato.

 

¿Sois conscientes de que en estos instantes la idea de Luther Blissett ya no es posible? Habéis publicado “Q” en la editorial Mondadori.

 

Luther Blissett no pretendía ser un fenómeno iconoclasta. No se trataba de negar los medios de comunicación, sino de intervenir en el factor mítico que tiene la producción en masa que se crea en los medios. No es más que un proyecto consciente de mitomanía política. Es un ejemplo de idolatría irónica de una cara y de un personaje inexistente.

 

Un icono que quizá no sabía realmente contra qué luchaba.

 

Sólo queríamos explorar la dimensión mitológica a través de acciones directas -no sólo producciones editoriales-, aunque también se pretendía cuestionar el concepto de identidad utilizando el mito como arma política. Gracias a la celebridad de Blissett como personaje colectivo, conseguimos llevar a buen término algunas batallas políticas, de contrainformación, de solidaridad. En este sentido está presente Robin Hood.

 

Luther Blissett se instala en la izquierda alternativa en Italia. ¿De qué manera os movilizáis?

 

En España no habéis tenido a un Gramsci, cuya teoría era que los comunistas debían conquistar la hegemonía cultural, trinchera tras trinchera, dentro de lo que conocemos como cultura de masas. No participaron, por razones obvias, en el movimiento del 68, que fue la realización práctica de este concepto en Italia. En cualquier caso, hoy ha creado una red de contrapoderes y contracultura que, en Italia, tiene una manifestación concreta en la Red Nacional de Centros Ocupados. Son al menos 150 en todo el país y constituyen puntos de reunión para luchar contra la globalización.

 

Hablamos entonces de un movimiento político, más que estético.

 

Si hablas de nosotros cuatro, seguramente. Aunque, cuidado, la hegemonía cultural permite que la estética forme parte de la batalla política.

 

¿Qué relación tiene con el Movimiento Pantera que recorrió las universidades italianas?

 

En 1990 las universidades fueron ocupadas por los estudiantes. Fue un movimiento de masas contra un proyecto de reforma educativo y fue durante la ocupación de la facultad de letras de Bolonia cuando Luca y Roberto se conocieron. Allí empezaron a colaborar. Fue así en muchas ciudades para muchos Blissett.

 

¿Qué es el “tuta bianca”?

 

Es el sujeto político que nosotros defendemos. Nuestra segunda novela, “Asci di guerra” (Hacha de guerra), que firmamos como Wu Ming (Sin nombre, en chino), habla de historias ambientadas en los años 40 y 50, aunque también habla de la Bolonia del presente. Los tres protagonistas son “tuta bianca”[incorrecto, N.d.R.]. La “tuta bianca” es una versión irónica de la “tuta blu”, que representaban los obreros. Ya no existe un sistema de producción clásico, sino un capitalismo inmaterial que ha desarrollado nuevas formas de trabajo y de ocio. La “tuta bianca” simboliza el trabajo inmaterial, atípico. En este sentido, nosotros hemos participado en las protestas contra la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo en Europa [No, « desarrollo Economico », N.d.R.]) y en las movilizaciones de Praga contra el FMI (Fondo Monetario Internacional). Una de las consignas más importantes era “todo es de todos” (omnia sunt comunia, en la novela “Q”).

 

¿Y qué venía después?

 

La particularidad de la “tuta bianca”, que evoca aquello de que el blanco es la suma de todos los colores, es aplicar una nueva forma de desobediencia civil que no tiene nada que ver con el “gandhismo” ni la no violencia, pero tampoco con el

“molotovismo”. Todo eso es ingenuo. En la práctica, debajo de los monos blancos llevamos armaduras de hockey, fútbol americano o simplemente gomaespuma, así como cascos, máscaras contra el gás lacrimógeno, escudos de plástico. Así puedes avanzar contra la Policía, sin armas ofensivas, de modo que no pueden pegarte.

 

Pues lo de Praga no suscitó mucho interés en España. Hubo mucho escepticismo. Algún intelectual dijo que era una forma de diversión protagonizada por una masa de gamberros.

 

Ah, como una especie Woodstock... En Praga había muchas formas de actuar. Estaba la desobediencia civil de la “tuta bianca”, la de algunos italianos, españoles y finlandeses; y la manifestación anarquista, que atacó a la policía con cócteles molotov. Algunos jóvenes fueron allí sólo para ver Praga, pero no creo que esto sea despreciable. En cualquier caso, participar en una manifestación internacional tiene un valor per se. Y puede ser el momento en que una persona tome conciencia.

 

¿La heterodoxia no acaba finalmente ayudando a la ortodoxia? Digamos que al final el caos es asumido dentro del orden.

 

Es una falsa dicotomía. En Italia trabajamos mucho con los límites, que tienden a confundirse. 

 

Entonces sois quintacolumnistas.

 

Sí, pero de una manera alegre.

 

Unos consejos para la guerrilla mediática en España.

 

Un grupo realizó un proyecto muy interesante en Sevilla. Cada miembro llevaba un banderín con el nombre de un político local y cuando veían una mierda de perro, lo clavaba. El año pasado en Sevilla hubo un tiempo que algunas mierdas de perro tenía el nombre de algún político sevillano. Esto lo descubrimos en Italia a través de unos alemanes.

El Proyecto Luther Blissett ha demostrado que cualquiera puede crear la noticia.

La inteligencia colectiva de grupos pequeños puede producir resultados que en un principio pueden parecer imposibles. Es muy importante saber cómo funcionan los periódicos locales, leer las cartas al director, para llegar a comprender cuál es el nervio que conecta con la opinión pública. Es ahí donde hay que hurgar. Si los periódicos mienten, entonces nosotros mentimos a los periódicos. Es una forma de homeopatía. Otra forma de hacer la guerrilla mediática es responder falsamente a los sondeos. Esto último ya ha sucedido en Ucrania y en Israel en las últimas elecciones.

 

¿Luther Blissett hubiese podido existir sin Internet?

 

Sí, aunque ha ayudado mucho, pero de otra forma a la que se podría esperar. Los experimentos con nombres colectivos ya se habían producido antes en la Red, pero el primer ejemplo se produce en el siglo XV en algunos movimientos de guerrilla campesina de Alemania, aunque no tan modernos como los que describimos en “Q”. Todos los informadores se hacían llamar Armer Konrad. En Inglaterra, en el siglo XVI, se utilizaba el seudónimo Capitan Swing. En el XVII, General Ludd. Ya en el siglo XX se producen diversos experimentos. Se puede decir que Robin Hood es un nombre colectivo. Recordemos también la película de Kubrick: “Yo soy Espartaco”...

 

Pero es que el Espartaco histórico no tenía copyright para su nombre.

 

No creemos en el copyright. Es una idea romántica la de autor o artista, esos personajes más elevados que los demás que mantienen un contacto particular con las musas. Pensamos que todo producción artística es obra de la multitud. El genio es siempre colectivo.

 

Entonces vosotros sois artesanos. ¿Pero el artesano no sirve al gusto del público?

 

Sí, somos artesanos. Pero los grandes artesanos pueden modificar el gusto del público. Un artesano poco inteligente destaca

sólo el gusto del público.

 

Hay antecedentes en la literatura de obras colectivas: los dos poemas que se atribuyen a Homero, el Cancionero, la poesía popular...

 

Y el folletín francés...

 

¿Sabéis lo que es un no-libro? Un libro que se compra y luego no se lee.

 

Ah, claro, como los de Umberto Eco.

 

¿Como os reís? Su obra “Apocalípticos e integrados” puede rastrearse en Luther Blissett.

 

Sí, es un libro gramsciano, pero hablamos de un Eco de hace cuarenta años. Hablamos de un Eco del que sólo queda un eco. Se ha vuelto un poco gilipollas. Nosotros hemos asaltado la cultura pop. Hemos conseguido imponer a la industria nuestras condiciones. Tenemos un gran poder contractual, pero ni somos artistas

ni somos ya Luther Blissett.

 

¿Y la huelga de arte que estaba preparada para el periodo 2000-2001?

 

Nosotros no podemos hacerla. Nos parece muy bien, porque estamos convencidos de que muchos artistas deberían dejar de hacer arte. Esta iniciativa se les ha ocurrido a los Blissett catalanes.

 

¿Mantenéis el contacto con el resto de colectivos Luther Blissett?

 

Sí, a través del correo electrónico.

 

¿La historia la produce la multitud?

 

Sin duda. “Q” es exactamente eso.

 

En España tenemos un escritor, Unamuno, que hablaba del concepto de intrahistoria, que protagoniza la gente común.

 

R:Nosotros hemos aplicado a la novela histórica algunas conquistas de la historiografía. En los últimos cincuenta años se ha dado la historia de los grandes personajes [a decir verdad, dijimos que la escuela historica de Les Annales ha superado la « de grandes batallas y grandes caudillos », N.d.R.]. Nosotros queríamos huir de eso. En España la novela histórica es un género muy difundido, pero si te acercas a una librería y observas las novedades históricas, sólo puedes citar a los grandes personajes. “Q” no es el nombre de un gran personaje, es sólo una inicial de un personaje desconocido para el lector durante todo el libro. Y su antagonista, al contrario que la novela histórica, no tiene nombre. Nosotros empleamos en literatura elementos típicos de la historia oral y reivindicamos el derecho de los humildes a contar cómo han vivido la historia. En “Q” no nos ocupamos directamente de los grandes personajes, aunque se cita a Lutero, a Carlos V...

 

En todo caso, “Q” es una gran novela de aventuras. Pero ¿tiene un fondo alegórico?

 

Es una novela que tiene muchos niveles de lectura posibles. Lo primero es el placer de la lectura. No es necesario ser un experto en la historia del siglo XVI. “Q” puede ser leída como una novela de aventuras, de espionaje o policíaca.

 

Es como “La guerra de las galaxias” de la literatura, por la mezcla de géneros que se produce.

 

Es un “western” teológico.

 

¿Qué hubiese sido de Lutero sin la imprenta? ¿Qué de Luther Blissett sin Internet?

 

No ha sido suficientemente estudiado el impacto de la invención de la imprenta en los cambios políticos de la modernidad. No hubiese existido la Reforma sin la imprenta. Lutero sólo hubiese sido un pequeño profesor de una pequeña universidad de un pequeño estado alemán. La imprenta convulsionó el modo de comunicarse de los seres humanos. Democratizó la comunicación y, en este sentido, existe un parelismo con Internet. La imprenta fue la forma privilegiada de comunicación de ciertos campesinos insurgentes, que empleaban octavillas.

 

¿En el siglo de “Q” comienza la cultura de masas?

 

Claramente sí.

 

La Iglesia reaccionó a la Reforma con la Contrarreforma y el arte barroco.

 

Claro, el barroco sólo se produjo en países no protestantes. Pero paralemente a la aparición del barroco en los Países Bajos aparecen los Brueghel, que son los primeros en ocuparse de los campesinos, la gente sin importancia.

 

Weber decía que el origen del capitalismo es el protestantismo.

 

Es algo más complejo, pero es cierto que la Reforma es producto de un capitalismo naciente, pero la banca se desarrolló antes de que esta se produjera. Muchos banqueros y muchos príncipes se apuntaron a la Reforma porque entendieron que el modelo estatal ­a diferencia del imperial- era útil al desarrollo económico. Sólo convergieron ciertos intereses. También es importante que “Q” se desarrolla en una época en la que aparecen los primeros servicios de inteligencia y de control social, a partir de ciertos mecanismos. La Inquisición se transforma y aparece el Santo Oficio, que sería el verdadero protagonista de la novela.

 

Y está el cine: Sam Peckinpah, John Ford... ¿Qué más?

 

Sergio Leone, Kurosawa y un autor de narrativa, James Ellroy. Y los heréticos menores del norte de Europa de diferentes siglos. En “Q” descubrimos a Eloi Christiansen [Eloi Pruistinck de Schaliedecker, N.d.R.], que vivió en el siglo XVI y tuvo una comunidad en Amberes, muy libertaria.

 

¿Cuánto tiempo hubiese tardado una sola persona en escribir “Q”?

 

Quince años de trabajo, quizá.