El Imperio somos nosotros:
 notas sobre las dudas de antes, de durante y de después, pero, en cualquier caso, "de dentro".


Wu Ming 1


[...] El días después. Las noticias del éxito de la manifestación (con una multitud que responde alegre y airada a una convocatoria equívoca y arriesgada) vienen acompañadas por la amenaza, por parte de Bin Laden, de responder a un eventual ataque nuclear del Imperio  utilizando el mismo tipo de armas. Esta asociación en las primeras páginas de los periódicos me trae a la mente un artículo de Toni Negri escrito en diciembre de 1990, poco antes de que estallase la guerra del Golfo.

"La crítica debería permitir la toma de posiciones. Resistir a la guerra es de hecho, siempre, el resultado de la crítica filosófica y es, ante todo, un deber ético.  Dicho esto, no se puede olvidar que la genealogía crítica de la resistencia es hoy en día, en Occidente, equívoca: lo es y no puede no serlo. [...] Si no se deja en manos del revanchismo de viejas mitologías políticas, se arriesga uno a identificar tan sólo los imperativos morales que hay que reivindicar, como datos elementales y fundamentales de la existencia, pero no las direcciones del movimiento que deben organizarse, los anclajes ontológicos firmes. Sin embargo, es precisamente sobre este vacío de la pureza de la reivindicación ética y del enfrentamiento, [...] sobre este límite de incomprensibilidad y de violenta denuncia de lo intolerable, donde se apoya toda esperanza de reconstrucción. Es dentro de este espacio vacío donde puede reconstruirse una genealogía unívoca de la resistencia. ¿Cómo? [...] Los elementos implícitos de la crisis del Golfo (el conflicto entre Norte y Sur, entre explotadores y explotados, entre ricos y pobres y la búsqueda de un orden internacional de verdadera cooperación) pueden leerse también en la realidad cotidiana de nuestra existencia, y en la "felicidad" de nuestro sistema político. Si no conseguimos hacer unívocas estas dimensiones, la reivindicación de la resistencia, seguirá siendo equívoca, por incontenible, y el pensamiento blando volverá, insaciablemente blando, a producir la apología de la guerra. Si no conseguimos repensar la lucha de clases y las perspectivas radicales de renovación del Norte, ontológicamente, de nosotros mismos, como materialidad y necesidad de nuestros cuerpos singulares y colectivos, la paz continuará siendo definida por la Bolsa, por la perversión de los medios de comunicación y por la iniciativa del empresario político, a nosotros sólo nos cabrá la mísera compasión. Y cuando comiencen a caer las bombas nucleares sobre el borde de la muerte, nos miraremos a la cara con aire estupefacto".

Creo que hemos avanzado algo respecto a hace once años, pero menos de lo que nos parece cuando, borrachos de los cuerpos que llenan las calles y los telediarios, sólo vemos la potencia del movimiento.

Me ha gustado mucho una intervención de Paolo Virno, anterior al 11 de septiembre, realizada en Bolonia durante un encuentro de Rekombinant organizado por Bifo. Virno decía que el movimiento es como la sonrisa del gato de Cheshire de "Alicia en el país de las maravillas". Vemos la sonrisa, pero hay que materializar al gato.

Incluso antes de que lo explicase, entendí perfectamente dónde quería ir a parar. Porque estaba entonces y sigo estando ahora más que de acuerdo.

No tenemos todavía claras las bases materiales de nuestra acción política. Hemos construido muchos mitos de lucha alrededor del "deber ético", de los "imperativos morales", pero si no creamos un lenguaje que llegue directo al corazón -ad hominem- todo eso que sabemos y que decimos desde hace diez años acerca del sugerente pero a fin de cuentas inútil "léxico postfordista" (nuevas figuras del trabajo vivo, intelectualidad de masas, General Intellect, renta básica etc.), si no anclamos al dato material y de clase una "genealogía unívoca" de la resistencia, terminamos por volver a caer en el "pensamiento blando" de las continuas mediaciones a la baja con tal de mantener la movilidad de las multitudes, aunque sea sin objetivos definidos.
Así la multitud no sólo vuelve a ser considerada "masa" (y después de un tiempo pasa de ti), sino que seguiremos dándoles juego a los diversos Galli della Loggia  que acusan al movimiento de ser "ingenuo" y no sabremos qué responder cuando nos pregunten: "De acuerdo, al terrorismo se le derrota con la paz. Pero ¿cómo?". Aparte de algunas opiniones confusas sobre "el papel de la ONU" o de paridas sobre Spectra y 007.

Alrededor de 1998 parecía que los "monos blancos" podían convertirse en la encarnación, la puesta en práctica del léxico postfordista. Se había creado un símbolo para el trabajo "precario", "flexible", "atípico" incluso cuando se desarrolla en los lugares tradicionales de la explotación. Producto de aquella época es el libro Tute bianche que Fumagalli y Lazzarato prepararon para la editorial Derive Approdi. Los monos blancos se vinculaban a la reivindicación de la "renta básica", hacían blitz contra las empresas de trabajo temporal, eran por así decir el fantasma del obrero social. Después los monos blancos se han dedicado sobre todo a la práctica callejera de "desobediencia civil protegida" y la otra dimensión se ha atrofiado.
Ahora los monos blancos ya no existen, pero hace falta recuperar aquel discurso, para encontrar "anclajes firmes", "aquí entre nosotros", en el llamado Norte, para redescubrir -más allá del testimonio "solidario" de la guerra y la tortura de la globalización- nuestra "necesidad y materialidad".

Corro el riesgo de parecer old-fashioned, pero hace falta desempolvar a Marx, al que mandamos al desván, a pesar de que el subcomandante Marcos no había dicho nada al respecto :-)

En Para una crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844), el más luminoso y citado -sobre todo cuando no viene al caso- de sus textos juveniles, reflexión afilada sobre la comunicación revolucionaria, Marx escribe:

"El arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, la fuerza material debe ser derribada por la fuerza material, pero la teoría se convierte también en una fuerza material tan pronto como se adueña de las masas. La teoría es capaz de adueñarse de las masas tan pronto como demuestra ad hominem, y demuestra ad hominem tan pronto como se hace radical. Ser radical quiere decir coger las cosas por la raíz. Pero la raíz, para el hombre, es el propio hombre"

Y en otro pasaje:

"Se trata de describir una presión recíproca, sorda de todas las esferas sociales una sobre otra, un descontento general inerte, una limitación que se reconoce tanto como sed desconoce, el todo encerrado en el marco de un sistema de gobierno que viviendo de la conservación de cada mezquindad, no es sino la mezquindad en el gobierno".

En esta fase, el lenguaje que adoptamos antes de Génova ya no sirve para nada. La declaración de Luca Casarini ante la comisión parlamentaria sobre Génova (6 de septiembre de 2001) ha sido su lápida.

El lenguaje que debemos encontrar ahora debe ser matérico, tangible, debe producir el rumor de una marea que avanza arrollando la mezquindad del gobierno (me refiero al gobierno mundial y no sólo al de Berlusconi).

El hecho es que recomenzamos a partir de una serie impresionante de manifestaciones de potencia.

Pero, si se me permite el juego de palabras, la potencia no es el acto.

En lo concreto, y de momento, el acto está más allá de nuestro alcance: acabar con la guerra.

En potencia podríamos llegar a hacerlo: estamos desplazando los equilibrios, en América y en Europa. Hasta las encuestas lo registran. Nuestra mera existencia hace más difícil la propaganda y la administración del frente interno. La dirección militar y mediática de esta guerra aparece cada vez más como injustificable.

Pero el problema es más amplio: incluso si se detuviera la guerra, el acto es desarmar -moral y materialmente- al terrorismo.
El terrorismo es the exploitation of exploitation, la explotación de la explotación, travestido de resistencia a ella. El terrorismo es una sanguijuela que le chupa la sangre al vampiro que le chupa la sangre al pueblo. "Alla Fie-era dell'Est, per due soldi..."
Una y otra vez, lo que pasa de una arteria a otra es sólo la sangre del pueblo, o mejor, de las clases oprimidas, sangradas para mantener el estado de no-muerte de los vampiros y la vida (parasitaria, pero vida) de las sanguijuelas.

Resumiendo, el terrorismo es parte integrante del capitalismo porque es un producto suyo, se justifica gracias a él y llega a convertirse en su imagen especular. Sobre el cuadrilátero teatral de los medios de comunicación, es el sparring que mantiene entrenado al boxeador.

Acabar con el terrorismo, desmontar el cuadrilátero, requiere, como dice Negri, la instauración de "un orden internacional de verdadera cooperación". Requiere justicia social y una renovación "ontológicamente, de nosotros mismo". Sobre todo "de nosotros mismos" que debemos combatir al capitalismo en su forma actual, el Imperio.

Parafraseando otro escrito de Negri, aparecido hace treinta años: los compañeros chinos dicen che China es la palanca para derribar el comunismo. Hacen bien en decirlo: ¡están en China! Nosotros estamos aquí y decimos que la palanca está aquí.
Una boutade maravillosamente zapatista ante litteram. La palanca puede hacerse desde cualquier punto.

Me atrevería a decirlo casi al modo zen: la palanca es el brazo.

Respecto a Alla fiera dell'est, la cancioncilla popular recuperada por Branduardi (existe un equivalente anglosajón, The House That Jack Built, que algunos recordarán por haberla leído de pequeños, en I Quindici), es necesario hacer el camino inverso.
Para quitarle la comida a la sanguijuela, hace falta un Van Helsing que clave una estaca en el corazón del vampiro.
Esto equivales a clavar astillas de fresno en el corazón de cada uno de nosotros, porque el capitalismo somos nosotros, el Imperio somos nosotros, somos los justicieros y las víctimas.

El mito propulsor de la "sociedad civil" (o de la multitud) frente al Imperio era sólo eso: un mito propulsor.

Los explotados del "Norte" sólo pueden contar si piensan en sí mismos como la "sociedad civil del Imperio".

El Imperio hereda (aunque domesticándolas) dos siglos de exigencias de liberación, de poder constituyente, de construcción de la sociedad desde abajo. La retórica del Resurgimiento sobre el Estado-nación, de la que están empapados nuestros libros de texto, y el antiamericanismo simple de la extrema izquierda europea nos lleva a asociar la forma-Imperio con algo substancialmente negativo. No es así. El estereotipo se disuelve tan pronto como consideramos los imperios de la antigüedad (el ateniense, el romano...), el Sacro Imperio Romano, el imperio británico, etc. La forma-imperio no puede sino plantearse, de manera radical, el problema de la ciudadanía y de su extensión. La forma-imperio, mucho más que forma-estado, plantea el problema de la relación entre la cultura del derecho y la integración de las culturas. A menudo los gobernantes del imperio son obligados por su pueblo a encontrar soluciones creativas,  por su carácter provisional. Estoy convencido de que es posible encontrar un nuevo mito di lucha sólo se dejamos que estas imágenes nos sugestionen.

Incluso si en el Imperio mandan los vampiros, epígonos modernos de Vlad el Empalador, el Imperio también somos nosotros.

He hablado de "astillas de fresno" en nuestros corazones. Es inevitable. Si queremos salvar el mundo, debemos destronar a los gobernantes, pero también debemos prepararnos para consumir menos y de un modo más crítico. Debemos adoptar un estilo de vida sostenible. Debemos re-enderezar el desarrollo tecnológico. Ésta también es una palanca.